No, el petróleo no proviene de los dinosaurios

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La ciencia lleva décadas refutando y explicando este mito, muy arraigado en la cultura popular de casi todo el siglo XX (y parte del XXI)

El petróleo mueve el mundo. Además de mantenerse como la principal fuente de energía de nuestra civilización en forma de combustibles, también es la materia prima más importante a nivel global, porque de ella se derivan multitud de productos refinados, como los plásticos o las fibras sintéticas, que han dado lugar a la poderosa industria petroquímica.

Este aprovechamiento intensivo es posible porque las propiedades físicas y químicas del petróleo han sido estudiadas y comprendidas en profundidad. ¿Pero qué ocurre con su procedencia? ¿Es igual de conocida? La respuesta es que sí.

El petróleo se forma a partir de la descomposición de los seres vivos en un proceso que comprende millones de años. Es la denominada teoría orgánica del petróleo y fue planteada por primera vez a mediados del siglo XVIII. Para que esto se produzca, los restos orgánicos han de ser abundantes y deben estar sometidos a grandes presiones y temperaturas durante mucho tiempo. Teniendo en cuenta estas condiciones, existe un acuerdo unánime en la comunidad científica de que esta lenta transformación se desarrolló en el inconmensurable fondo marino.

Sin embargo, a principios del siglo XX comenzó a circular la creencia de que el petróleo se originó en tierra firme y más precisamente como consecuencia de la degradación orgánica de los dinosaurios. ¿Por qué?

Dado que el origen del petróleo es orgánico, sus derivados energéticos reciben el nombre de combustibles fósiles. Pero la palabra fósil, que hace referencia a los restos preservados de cualquier organismo del pasado remoto, sufre en el imaginario popular una asociación automática con los huesos de los dinosaurios.

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Principales motivos.

Aunque no se puede descartar que una porción del petróleo disponible en la Tierra tenga su origen en restos descompuestos de dinosaurios, su contribución seguiría siendo insignificante si se la compara con la biomasa hecha de bacterias y plantas. De hecho, según sostiene el consenso científico, nunca hubo suficientes dinosaurios en nuestro planeta como para generar todo el petróleo que hemos descubierto. Además, el hábitat natural de estos seres tan especiales era la tierra y no el agua.

Otra razón para la existencia de este mito es que una porción de las reservas totales de petróleo se originó hace 250 millones de años durante el Mesozoico, etapa geológica que es conocida como la era de los reptiles y en la que tuvieron su apogeo los dinosaurios. Sin embargo, la existencia de una buena parte de los organismos que se transformaron en nuestros combustibles fósiles se remonta a un tiempo muy anterior, denominado periodo Devónico, hace unos 400 millones de años.

Este persistente equívoco incluso dio lugar a que la petrolera estadounidense Sinclair Oil adoptara en 1930 la silueta de un brontosaurio como logo corporativo. Aunque la compañía ya no existe, todavía permanecen abiertas en Estados Unidos unas 1.600 gasolineras rotuladas bajo esta marca. Al repostar, es posible que el viajero recuerde que hubo un tiempo en que los dinosaurios y el petróleo parecían inseparables.

 

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